Sunday, December 2, 2007

Historias de Un Infiel Vol. I

A Coqueta le encanta escribir, es una de mis armas más fuerte, que me ha servido en diferentes áreas de mi vida. Me encanta tener intercambios intelectuales con otras personas a todo nivel, cultural, histórico, poético, socio-económico, político, en fín, en diferentes areas que sean de mi interés y tenga mi granito de arena que aportar, y lo mas fascinante, escuchar la opinión inteletual de otro ser humano.

Bueno, ya sabes que es lo que me gusta a mí. A continuación te quiero ofrecer una novela que escribí sobre un infiel, creeme que es pura coincidencia si ésta novela, que es mejor que las del cable, se asemeja a algún “traqueteo” que tengas en tú vida.
Dedicada a todos esos jugadores que se creen que tienen el "score" a su favor y luego sienten que se les cae el mundo cuando miran a el marcador y se les ha acabado el tiempo y a "penal" se a dicho.
Una cosa que me desagrada…

La Infidelidad

El Fisiculturista
By Coqueta

Caminaban juntos por la acera en un día en que el sol brillaba bañandolo todo de amarillo. Una temperatura de primavera con un cielo azul donde se paseaban las nubes algodonadas y blancas. La calle era pequeña con autos estacionados a ambos lados.

Ella, una mujer de tez suavemente acaramelada. Sus cabellos oscuros, lacio, largo un poco después de los hombros y ligeramente agarrado de ambos lados de la cabeza con algunos mechones que caian por encima de sus hombros a ambos lados de la cara como formando un marco. Era de un tamaño mediano con un cuerpo cuidado de gimnasio. Llevaba una blusa rayada en blanco y negro que dejaba al descubierto sus brazos delicadamente musculados. Y una mini falda negra con botas hasta las rodillas también negras. Daba un aspecto de chica ligerita; aunque no tan chica pues tenia 29 años de edad. De su cuello colgaban tres cadenas de oro y algunas con medallones. Y en la cintura llevaba un celular. Sus uñas de una larga fantasia acrilica al “natural”.

El; un hombre de tez amarillenta. Sus cabellos, bueno, como una bola de queso holandes. Llevaba unos lentes en su cara que le daban un aspecto digamos intelectual pero lo hacian lucir lo que era; un cuarentón. Fisicamente, que clase pansa, pero aun así llevaba su cinturón negro ajustando sus pantalones de mezclilla azul y una camisa marron de algodon de mangas largas. Sus zapatillas deportivas blancas hacian un contraste fuera de liga con su atuendo. Llevaba una mochila negra en el hombro derecho que tal parecia que le pesaba por la manera en que se la acomodaba. Al igual que ella, llevaba un celular de la misma marca en su cinturón.
Caminaban uno al lado del otro. Ella iba hablando como loca y sonriendo mientras que el iba en silencio, mirando al suelo y a todos lados. Tal parecia que ella no tenía verguenza que esconder y que él se cuidaba de quién pudiera verlo. Yo en la distancia mirandolos y muy segura de que el iba deseando de no encontrarme en su camino. Claro, como podría explicarme para dónde iba con otra mujer.                                                        
Se detuvieron en frente de un edificio de ladrillos, de cuatro pisos. En la entrada, que estaba abierta, el entra primero y ella lo sigue. Tal parecia que ese camino ya él lo había recorrido. Mientras que yo seguia observando y llenandome de rabia y a la misma vez de tristeza. Me preguntaba porqué el tenía que hacer eso, con una desconocida, bueno, ni tanto. 

Porqué; si yo no sufro de dolores de cabeza a la hora del amor. Porqué tenía que estar con ella si nosotros hacemos de todo sin limitaciones. Ya hasta nos habiamos re-inventado el sexo con la ayuda de la tienda para adultos, de la cual teniamos una membrecía, de todo tipo de novedades en juguetes, lecturas y videos para este asunto. 

Sería una necesidad por parte de él de tener control sobre una mujer. Sería que se sentía obligado por algo que yo desconocia. Sería porque no se atrevía a decir que no. Ahora casi entiendo el porqué de su sueño, mal humor y cansancio. Talvez se sentía débil y no precisamente por tanto trabajo. Sería por eso lo de las pastillitas azules, su corta respiración y su repentina flacidez. Ya me agobiaba tanto analisis mental.

En mi cabeza maquinaban ideas de cómo interrumpirlos para que no tuvieran el placer de tener sexo ese día, o de cómo interrumpirlos en pleno acto, o esperar que culminaran su pecado y luego ver como acababa con la tipa tan pronto salieran del edificio. Mientras yo estaba maquinando mis ideas y estrategias de venganza, junto con todos mis sentimientos encontrados, pasaron como unos quince minutos y observe que venía caminando un hombre desde la misma dirección en que ellos llegaron.

Era un hombre de tez oscura y no pude evitar fijarme en su pecho tan amplio y en sus brazos tan musculosos, tipo fisiculturista, ya que traía una camisilla negra que dejaba todo al descubierto. Tenía unos pantalones de sudadera gris y zapatillas deportivas. Su cabello era bien corto como raspado con una maquina de barbero. En su mano derecha cargaba un arma de fuego aniquelada que brillaba con los rayos del sol. Al darme cuenta de su arma me llené de temor y pensé que peligroso era ese sector de Chelsea. Me escondí detrás de la esquina para que ese hombre no me alcanzara a ver. Pero al ver que no continuaba por el resto de la acera me asome desde la esquina y vi como entraba a el edificio donde había entrado la pareja. Mi esposo y su chilla.

Yo me sentía como detenida en el tiempo, ya no tenía rabia, ya no tenia tristeza, ahora tenía una especie de pánico que no me dejaba pensar. Pero mi posible capacidad de pensar no se desarrollo al oir los ruidos en contra de una puerta que iban acompañados con insultos de; “maldita perra”, “puta sucia”, “abre la maldita puerta”, “yo se que estás ahí con ese hipócrita”. “Con que compañero de trabajo solamente”, decia una voz varonil a todo pulmón. Una voz que facilmente pude asociarla con el fisiculturista.



Uy, que feo todo ésto, que pasará luego...
Novelas de Coqueta ®2007

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