Serie: Cosas que me hacen subir mi ceja izquierda:
Nos fuimos de shopping las dos hijas de mi esposo, el y yo, en una mañana de un sábado radiante.
Era la víspera del día de los padres, y mi esposo, que es adoración con sus hijas andaba super felíz. Por supuesto, sus dos amores de su alma y el amor de su vida, yo.
Paseamos por el Mayaguez Mall y mientras caminaba vi unas sandalias super lindas en una vitrina que anunciaba ofertas de compre una y llevese la otra a medio precio.
Mi esposo nota que me quede con mis ojitos contentos mirando las sandalias, y siendo él un hombre atento y detallista, me pregunta, “¿Las quieres?" “Por supuesto” le dije yo como chiquilla entusiasmada.
Decidimos que él se iría con su pequeñita mientras su hija mayor y yo ibamos a ver las sandalias. Entramos a la tienda, pero se me hacia super difícil comunicarme con Patricia, ya que estaba con su celular pegado a la oreja por horas.
Hablaba susurradamente con Mona, su madre, desde que salimos de Ponce, wow. Pensé que cuando le tocaba el tiempo de visita con su padre, no debiera de ser interrumpido por nadie, pero en realidad, eso es algo para ellos meditar, yo estaba por comprarme unas sandalias.
De verdad que me daba pena, interrumpirla para decirle, “Mira Patricia, que chulas estan estas, ¿te las quieres medir?” Y Patricia sin despegarse su celular de la oreja, me decía que no y se alejaba de mi mientras continuaba en conversaciones susurrantes con su madre.
Encontré las sandalias perfectas para mí, y seguí buscando unas que le pudieran gustar a Patricia, hasta que por fín, me dijo que sí. Y hasta el sol de hoy, creo que lo hizo para que yo no insistiera más.
Compramos las sandalias, y salimos a buscar a mi esposo. Nos re-encontramos, visitamos varias tiendas más y nos fuimos rumbo a la puerta de salida hacia el estacionamiento.
Justo cuando llego allí, mi celular da un sonido de aviso. Busco en mi cartera hasta que lo encuentro, era una notificación de un mensaje de texto, nada más y nada menos que de Patricia.
Mi cara y mis ojos me delataron ante mi esposo que me conoce muy bién. Tuve que haberme puesto bién palidad, con ojos saliendoseme de la cara, y en realidad sentía como si me hubiesen tirando un cubo de agua fría por encima.
“¿Qué pasa mi amor?” Me pregunta mi esposo a lo cual yo no encontraba como decirle que su hija mayor, osea, Patricia me había enviado un mensaje de texto, que decía; “me has quitado el amor de mi padre”.
Justo despues de estar pasando un fin de semana a todo dar, desde el viernes, y pensar que el siguiente día era el día de los padres.
“Ay es que mira la hora que es y se me olvidó que tenía que llamar a mi hermana para darle unos datos del sistema de música que van a usar los niños de su coro para la presentación del domingo. Le fallé. Pero la llamo tan pronto llegue a casa.” Le respondí a mi esposo con el corazón tan agitado que creía se me iba a salir por la boca.
Mientras nos subiamos a el auto, miré a Patricia a los ojos, y no me sostuvo la mirada. Cambió de hablar por el celular a mensajes de textos a ‘monton por chavo’.
Nos fuimos rumbo a Ponce y nos pusimos a cantar Annie, su pequeña y yo, mientras me disfrutaba la cara de un padre orgulloso y feliz, mi esposo.
Relato en Serie de Señora Coqueta
® 2014
® 2014
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